Para mí el principio fue el rap. Empecé haciendo canciones con mucha rima, mucha referencia, muchos juegos de palabras… Creo que lo tomaba como un desafío conmigo mismo más que otra cosa. Pasaba el tiempo, y mientras estudiaba Historia en la universidad, poco a poco conseguía trabajar con artistas y productores a los que escuchaba desde pequeño. Eso me gustaba mucho. También aprendí a enfocar los shows y los directos a diferentes tipos de público.
Salas vacías o salas llenas, con banda, con DJ o en acústico, en teatros, en grandes escenarios de festivales, cafeterías o incluso librerías y bibliotecas… Rapeaba en todos lados tirando barras, recitando o haciendo propuestas más cercanas al slam y al spoken word. A día de hoy puedo calcular fácilmente que he podido hacer cerca de 100 actuaciones, entre presentaciones, showcases y demás historias.
Luego empecé a producir música para mí y para otros, y también a encargarme del trabajo audiovisual. Fotografía, vídeo, diseño, marketing digital online… Al mismo tiempo que descubría nuevas áreas de aprendizaje, también me especialicé en Historia Antigua, y me di cuenta de que el académico no era mi camino.
Hace tiempo unos amigos me llevaron de viaje a Asturias en unas vacaciones, y allí descubrí una frase que me reventó un poco por dentro: